12 de abril de 2013

El exorcista

                Entró en la habitación, repitiendo sin cesar: “Me refanfinfla lo que pase, me refanfinfla lo que vea, me… ”.
 La niña era, como le habían comentado, perfectamente asquerosa: le escullaban las narices, arregomitaba sin cesar, y amenazaba con escupir a todo aquel que se le acercase.
 Él se mostró impasible, frío como un chupitel.
            -¡Hazme el rendibú! –gritó la pequeña con voz de machote-. No te hagas el valiente, todos sabemos que eres un moñas.
            -No vas a conseguir nada embriscándome –contestó-, que lo sepas. No te servirá de nada que te emperejiles en ello, que continúes descuajeringándolo todo o que montes un pifostio por lo que sea.
              Y a continuación, como por arte de birlibirloque, se retrepó en una silla y se  aceporró en ella.
               El Diablo no había visto nunca nada igual, nunca se había sentido tan poca cosa. 
             Veinticuatro horas después la niña dormía como una bendita y el Maligno había huido con el rabo entre las piernas.

2 comentarios:

  1. Luisa, pasar por tu espacio es aprender sin parar. Hoy he tenido que detenerme en la mayoría de esas palabras tan bonitas y tan poco usadas. Muchas gracias por dar este pedado de aprendizaje hilado y bien cosido.
    Besicos muchos.

    ResponderEliminar
  2. Algunas de esas palabras ya las conocía, pero siempre me sorprende la cantidad de ellas que utilizas y nos ayudan a ampliar nuestro vocabulario

    Un abrazo Luisa.

    ResponderEliminar